viernes, 17 de abril de 2009

Renovación

Los rayos de sol, comenzaron a calentar el ondulado prado. En aquellos lugares donde las sombras se acortaban la escarcha comenzó a derretirse. Por las ramas de los almendros las gotas caían perezosamente. En algunos de ellos se atisbaba una mota de verde entre las abultadas yemas. Conforme los días pasaron y el sol fue adueñándose del cielo, los pequeños capullos florecieron y pronto toda la colina quedó pintada de blanco. Después de la floración el verde anido entre las ramas y jugo con el viento. El marrón de la madera quedó sepultado y durante unos meses los pájaros y los insectos encontraron lugar entre las hojas. Pronto el aire se solidificó con el calor del verano. La atmósfera se volvió espesa y macilenta, mientras algunas hojas se tiznaban de amarillo o pardo. Las vainas grises comenzaron su lenta danza de caída y las almendras refulgieron como ojos de sabio. El calor del verano alcanzó su cenit, el aire calido parecía haberse endurecido sobre las ramas y las hojas cansadas. Como si ese momento pretendiese la eternidad, el tiempo quedó detenido.
Irremediablemente, un día el viento llegó y el fresco recordó a las hojas su muerte próxima, y suavemente algunas de ellas se abandonaron. La idea de caída llenó sus mentes y pronto todo fue movimiento alrededor de los viejos troncos. Pero un joven almendro, orgulloso de su porte y de su color se aferró con fuerza a sus hojas. A su alrededor surgía el desnudo y la desolación. Pronto se convirtió en una mancha de verde sobre la parda colina. Un refugio para pájaros y algunos insectos que pronto fue abandonado. Sentía frió y sobretodo profunda soledad en un campo marrón. Continuó oponiéndose al cambio a pesar de que sus hojas amanecían blanqueadas por la mañana. A pesar de sus esfuerzos, sus hojas mostraban un aspecto lamentable, estaban roídas por los insectos y ribeteadas de las amarillas manchas de los hongos. Mantenerlas unidas le costaba un esfuerzo ímprobo que lo iba debilitando. Por primera vez dudo de su decisión y le entraron ganas de abandonarse como el resto de sus compañeros. No hubo tiempo, desde el cielo cuajado y blanquecino fue brotando una cascada de copos blancos. La nieve terminó igualando todos los almendros. Derrotó cualquier esperanza de vida sobre la colina.
El invierno fue duro y pareció prolongarse eternamente. Cuando al fin llegó la primavera, pareció como si un nuevo mundo emergiera. Todos los almendros reaccionaron al cambio. Bueno todos no, uno de ellos, antaño joven, permaneció sumido en el silencio.

Guía:
1. ¿Cuál es la moraleja de este cuento?
2. ¿Crees que, en tu propia vida se producen momentos de crecimiento y otros de paralización?
3. ¿Por que crees que solemos nos aferramos a los buenos momentos?
4. ¿Crees que este cuento tiene algo que ver a situaciones de nuestra vida como cuando una relación afectiva se rompe?
5. ¿Qué sentido pueden tener las crisis y los momentos de soledad?

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