miércoles, 10 de marzo de 2010

DESAMOR

DESAMOR

No me pidas que te ame, dame razones para amarte.
En los cuentos el amor es incondicional, irracional e increíblemente profundo. El final feliz implica una versión inacabada de la historia, porque no se sabe explicar ese “para siempre”.
En las novelas el amor es la pasión que desborda los sentidos y lleva irremediablemente al desastre o a la destrucción. De lo contrario, pasa como en los cuentos, y entramos en ese territorio inexplorado del “para siempre”.
En el cine, en dos horas, los amantes se conocen, se enamoran, se aman y, dependiendo de la recaudación de la taquilla, viven felices o mueren heroicamente.
En la vida el amor es una copia burda de lo que hemos oído, leído o visto. Digo burda porque la vida imita al arte y el arte se nutre de la vida, y en este proceso suele producirse un embrutecimiento la mayoría de las veces.
Así que te digo que no sé amarte, al menos como tú esperas. Tampoco voy a odiarte, porque te llevaría conmigo. Ni voy a despreciarte, porque te dedicaría tiempo.
Voy a desamarte, y el desamor es la nada… aunque la nada sea ya un comienzo de algo.

CUESTIONES:
1. ¿Crees que quien protagoniza este texto es masculino o femenino? Razona tu respuesta.
2. ¿Por qué crees que a una ruptura se le llama “fracaso amoroso”?

miércoles, 3 de marzo de 2010

Desamor

DESAMOR

El portazo se fue ampliando en las venas que regaban el corazón. El sonido de sus pasos que abandonaban la casa por Ultima vez en dirección al coche se extinguía conforme se ampliaba el rugido en mi interior. Las fuerzas abandonaban las rodillas y todo comenzó a agolparse en mi interior. A mi estomago llegaban sucesivas oleadas de un naufragio incipiente. Todo va llegando como los restos del barco tras la tormenta. La incredulidad, el no puede ser, la sensación de pesadilla, la ansiedad abriéndose paso y desbaratándolo todo.
Era sólo el principio, las puertas del infierno se abrían. Quedaba el odio, la furia, las lágrimas, el tono lastimero con el que nos damos pena a nosotros mismos y a los demás. El repasar momento a momento la relación buscando con lupa de taxidermista aquello que falló.
Luego viene la inmovilidad, el quedarse en espera. El oído avizor a cada timbre del teléfono, a cada motor de coche que aparca cerca. Creer distinguir constantemente su figura entre la multitud que cruza el paso de cebra, que se desparrama por las aceras. Ver su mirada entre miles de miradas.
Quedan el misterio de las noches que se alargan en un bucle interminable de duermevelas, persiguiendo pensamientos circulares. La percepción de una soledad absoluta adherida a lo pequeños ruidos de la ciudad que duerme. Convertirse en un zombie que se arrastra durante el día. El pánico a la siguiente noche que se acerca amenazante. Intentar retrasar la hora de un nuevo fracaso. Las pastillas que te regalan un sueño prestado que se transforma en pasta en tu boca durante el día.
Hacer como que se vive, ir a trabajar en un acto absurdo. Compartir tu vida como una sombra entre los hombres. No olvidarse de respirar, de sentarse en la mesa, de volver a casa. Comer como obligación de vivir. Hablar como si te interesara de lo que se esta hablando. Llamar a los amigos como si te importaran algo.
Ser un único pensamiento, una única acción, un único fracaso. Y al final del pasillo, al final de los años, ser una superficie yerma sobre la que también,tan irremediablemente como empezó, sentir que crece una brizna de hierba.